jueves, 16 de julio de 2009

Así como pretender la perfección en el hombre tornaría insignificante su existencia sobre la tierra al transformar a la raza humana en seres sin sentido y autómatas, faltos totalmente de proyecciones futuras, así también el hecho de poseer un destino determinado hace a nuestra existencia vana. El destino es un final que no posee limites temporales ni espaciales. ¿Quien podría afirmar cual es el destino de uno u de otro y si ha llegado o no? Cada uno es dueño de su derrotero, cada quien puede amoldar su camino, elegir uno u otro, crearlo o modificarlo, el destino despenderá de la suerte y la astucia que poseamos para forjarlo. Nadie esta determinado, nadie esta condenado o salvado. No hay un resultado final escrito. Somos nosotros quienes lo construimos y con nuestras acciones quienes le damos elasticidad. Por eso nuestra vida es un cuaderno en blanco y tiene tantas paginas deseemos ponerle.

1 comentario:

María Pía Augusto dijo...

Que la vida tenga un destino fijado le quita sabor al acierto y sentido a la derrota. Le forja al hombre una historia ya prescripta, le dota de aburrimiento y pone fin a la incógnita del qué será.
Si así fuera y el mundo tuviera un destino cierto o si Nostradamus viviera, supongo que el número de suicidios aumentaría a más de la mitad.
De todos modos, ni lo uno ni lo otro ocurre y sigue faltando gente todos los días con más asiduidad y se sigue perdiendo el gustito del qué llegará a ser.
Espero que nunca nos señalen con esa varita mágica el destino, sería un desacierto no poder elegir cómo y de qué manera vivir y cambiar la historia.
Saludos!