lunes, 28 de febrero de 2011

Un instante...

En una visita no muy larga a un gran amigo.-

Me pregunté cual era el sentido de la vida… si alguna vez lo había descubierto u al menos intentado… “hoy retrocedí demasiados pasos en el aire por un día alegre – dije -, por descubrir algo nuevo, por intentar terminar de cerrar ese círculo que creí haber definido”. Sabia que hacia algo por captar la verdadera dimensión de algunas sensaciones, por resumir la consigna universal de vida… aquella que cuando lograba equilibrarla en mi subconsciente lograba escabullirse… esa que al minuto de haberla descifrado de diluía entre decenas de dudas que se multiplicaban espantosamente…

No me quedo más que golpear las manos, entre aplausos al vacío y de vez en cuando, agachado, lanzar una mirada en busca de respuesta… llevaba encima una mochila y una manzana, la cual a la segunda palmada ya no fue más que semillas en busca de tierra sobre el césped. Aquello me permitió contemplar la ferocidad dinámica de los ciclos con que se desenvuelve una vida, que “aunque la guardes y no la gastes, se consume” y que lo que dejas pasar o perdés en el camino jamás vuelve, no de la misma manera. Decidí olvidarme un par de horas de mi rutina, de que existían responsabilidades. Guardé las llaves y dejé el celular sobre la mesa. Aún quedaban en pie sectores de resistencia en mi mente, que mates tras mates se fueron diluyendo entre pensamientos que veían el sol por primera vez. No pude entender como alguien en medio de tal rutina era feliz y sin embargo estaba de pie frente a mí. Sin olvidar que las coincidencias entre ambos eran irreconciliables por un momento pensé: “¿porqué yo no podría?”

Y me sentí ajeno. Dueño de recuerdos que solo existían en mi mente. Historias de otras vidas tal vez, mías… o extrañas, no lo sé. Imágenes tan cálidas que eran como haberlas sentido en alguna década, ’80 o ’90… en algún lugar… el club, el fondo del taller o en la chacra…

Había bajado del ómnibus cuatro cuadras antes para deliberar mi suerte a lo largo de la mañana. Recibir más de tres saludos de desconocidos sentados en silletas en la vereda dejo más vulnerable mi corazón. Allí, así, eran felices, con calor, en el sol, sentados en la vereda y tomando mates.

La mañana había sonreído en un trayecto de cinco minutos…


1 comentario:

© L. Godiva dijo...

Vivir es descubrir cosas nuevas y, al descubrirlas, sorprenderse. El sentido de la vida es ser feliz. «Todo se consume, aunque lo guardes...» así como dices; el tiempo pasa o pasamos nosotros a través del tiempo.