lunes, 26 de diciembre de 2011

"Gloria"

Apuntes recopilados desde el 18 al 25 de diciembre de 2011.-

Introducción

A punto de cerrar el debate, hice una pequeña parada frente a un kiosko. Quería chocolate. ¡Pero qué calor, Dios! Necesitaba algo que calme mi ansiedad. Estaba en medio de unos de los días previos a mi partida. En mi bolsillo estaba el encendedor y en el otro el boleto. Pensé por unos segundos y concluí: en el bolso quedaba un cambio de la noche anterior. Ni bien lo tuve en mis manos le quité el envoltorio. El camino de regreso era largo, pero porque no aprovechar y hacer un recorrido por la peatonal. Me dirigí directo por Santa Fe hasta Junín. Corte hasta San Lorenzo por el medio de la plaza. El chocolate hacia ratos que se había consumido. Pisando el comienzo el verano el sol ardía, incluso a las 19:00 horas. Había llegado a la conclusión de porque usar pinchar en vez de hincar. No me gusta darme por vencido. Decidí prescindir de una futura consulta al diccionario. Consideraba que en realidad mi decisión no se centraba en una cuestión literal sino más bien de antojo, por tratarse de un término más emotivo y descriptivo de la circunstancia en la que la mencione. Pero no me lleno del todo la explicación. Debía encontrar un argumento más sólido con el cual sostener mi “elección”. Había justificado el termino en razón de que hincar presupone la existencia de un instrumento apto para lastimar o abrir, sin embargo la otra palabra era un tanto más especifica y que, según mi propio razonamiento por cierto, espontaneo, por así caracterizarlo, englobaba a una acción que podía realizarse sin un instrumento, es decir, que podía efectuarla tranquilamente un insecto o una uña.
En fin, la conclusión final, un poco más técnica, era lógica. Para pinchar es necesario que algo este lleno de otra cosa o por lo menos este destinado a contenerlo sin embargo para hincar ese requisito no era necesario.
Si me preguntan a que viene esto: no sé.

Desarrollo

Por fin había llegado el día. A medida que se acercaba la hora sentía que aumentaban las ganas de quedarme. Creo que sentí cierta depresión. A pesar de que no me dirigía a un pueblo o a un campo, Paso de los Libres seguía acumulando rastros de la edad de piedra, cosa que se iba notando más con el correr del tiempo. A pesar de ser una ciudad, fronteriza (agrego) donde la tecnología llegaba más rápido siendo la tercer ciudad más poblada, que a Goya, las calles seguían siendo rusticas, con intendentes que se pasan de asado en asado, vecinos insoportables que escuchan extrañas combinaciones locales de cumbia, reggeton y panchanga, tardes deprimentes donde el sol es capaz de fritar un huevo sobre una chapa de cinc y las personas duermen hasta las cinco de la tarde la siesta para levantarse y sentarse en la vereda en una silleta o silla del comedor a tomar mate y ver a las personas que se dirigen a la misa o a su “changa” en bicicleta.
Me había despedido de la pseudo civilización en la capital, en una terminal poblada de vendedores de chipa, cuchillos y agujas de coser, donde chicos morochos teñidos de rubio con el cabello quemado y aros por todos lados se pelean por cargar tu bolso en un carro.
Los que cargan las valijas que no son empleados de la empresa sino simples changarines cobran por realizar un trabajo que les corresponde a los choferes y se dan el lujo-atrevimiento de preguntarte a donde te dirigís. Como para escaparse de la cárcel o salir de trampa ¡jua!
¡Cuánta discriminación! ¡No es discriminación! ¡Es descripción! ¡Objetiva por cierto! Me agradecerán en cien años.-
Dentro, en lo que se califica de “vip”, el chofer cada vez que se dirige a la heladera termina agarrándote de los hombros. ¡Como para dormir jua!
De todos los personajes que me tocaron de acompañantes creo que uno de los mas molestos fue esa niña de ocho años que a pesar de estar tres asientos más adelante era tan insoportable como la bebe que estaba cruzando el pasillo que en ningún momento largo un llanto. Para colmo la madre, parecía hecha de la misma madera. Igual de pesada. Sin límites. Basta ver la escena para imaginarse la casa. Para el suicidio. Pasaba delante del televisor y se quedaba enfrente, saltaba, se sacaba fotos, ponía “música” en su celular, se levantaba cada rato a buscar agua… uffffff… me canse de solo describirla…
Pasaron las horas y al salir del tercer pueblo donde había levantado gauchos, la primer película que corría. Se trababa y no funcionaba el audio. Digo… ¿era VIP? tan costoso como un viaje a Buenos Aires…
Entramos en Mercedes, cuna de la paz… de la exagerada tranquilidad. Un pueblo donde nunca pasa nada, donde la gente nace y muere de la misma forma que sus ancestros salvo por las tinturas para el cabello. Donde podes ver gauchos tratando de comprar una Coca Cola a cambio de un cuero de carpincho. Una ciudad que ha quedado en el tiempo con sus almacenes y despensas más parecidas a las viejas pulperías del año 1800, cerradas con una puerta de dos aguas y un gran candado. El sol raja durante el día y durante la noche ni los fantasmas andan. La calle principal parece ser una llamada “Gómez” donde un sábado a la noche pasan dos automóviles cada cinco minutos. Es una ciudad donde podes ver modelos y marcas de automóviles que creías desaparecidos ya cuando habías nacido, pero si de algo se pueden jactar es que nunca falta nafta, nunca escasean las mesas en los restaurants y los hoteles no tienen más de tres habitaciones.
Corrí la cortina y me encontré con la escena:
Dos gauchos sentados con las piernas abiertas bebiendo una Quilmes embobados por algo. Corrí la vista. Era un televisor. Vestían bombachas y camisas de colores llamativos como el azul y el rojo, botas y un sombrero de sesenta centímetros de diámetro estilo litoraleño. El más viejo llevaba chiripa.

Andanzas de Don Perpetuo…
(incompletas, je)

¿Programar un viaje a Eldorado a Suiza 1432 y bajarse en Posadas e ir en un remis hasta Suiza 1432? ¡Pónganle un GPS en el bolsillo del saco a este Señor!

El primer paso…

Uno de los momentos más emotivos hasta el día de hoy fue cuando al mover la heladera encontré una montaña de basura pegada al suelo. ¡Un poco de agua y se despega! Desde lo alto no veía bien pero cuando me agache encontré un mundo. Cada pieza era una parte de la historia. Claro, la que había pasado ante sus ojos. Monedas de diez centavos de 1992, australes, soldaditos de plástico de la guerra de Vietnam, colitas para el pelo, facturas, clavos, tornillos…
Por más que quiera escribir, es imposible. De la cabeza a la computadora hay tanta distancia… no me quedo otra. En mi bolsa donde ubico el celular, la cámara y los anteojos, se sumo un cuaderno “Gloria” que le pedí a mi abuela. “Gloria” (dice todo, el único nombre que te describe a la persona)
Llamen al Google Mágico. ¡Emergencia! Este caso era realmente grave. Había pasado 6 años en la universidad y por un descuido había comenzado “ojo” con “h”.
Por momentos, fui el principal sospechoso, papel que me hubiese quedado al jopo si se tratase de robar un corazón en medio de la “gran aldea” de Lucio V. López. La cuestión es que era responsable de la perdida de una caja con cuatro canillas de bronce… que entre paréntesis, estaban donde las había dejado (culpale a las cataratas “chamigo”). Lo único que me amparó es haber estado a 500 km al momento de los hechos.
Uno de los momentos detonantes fue el momento en que mi abuela califico de mujerzuelas a las divorciadas. “¿Yo? Discúlpame pero yo no soy una mujerzuela o una “putona” para divorciarme de mi marido” (no quiero dar mucho material porque este contenido vale dinero, mmm…)
Haz lo que digo mas no lo que hago es la frase que gobierna la vida de un hombre que da consejos y paso 84 años haciendo lo contrario a lo que su predica enuncia.
Una de las cosas más agobiantes no creo que haya sido pasar tres días limpiando parte por parte una cocina repleta de cosas que jamás encontrarías en una cocina, sino escuchar las mismas historias ya cerca de 30 o 40 veces, con los mismos detalles.

Conclusión

Caí en la vieja paradoja que sufren las generaciones cuando los hijos y nietos deben dejar en jaque mate los viejos paradigmas de sus ancestros más próximos. Hacía diez años había que contenerse a enfrentar a los mayores aunque inocentemente estuviesen errados por respeto a la autoridad castrense que reinaba en los hogares hasta fines de siglo XX. Parece que hoy, ya grandes, nuestras aspiraciones de revelarnos legítimamente ante una autoridad vetusta e irracional se han hecho polvo al encontrarse ante una inmensa pared: la vejez los dejo exentos de la esperada venganza.
¿Cómo enfrentar a alguien que no está, por lo menos en sus completos cabales? ¿Cómo tratar de explicar algo a alguien que vivió ochenta años de una forma distinta? Te quedas con el veneno en la lengua ¿a quién se lo escupís?
Hasta hace un año no me animaba a llamar locura a estos estados anímicos, pero ¿qué hacer?
El mundo evidentemente gira erróneamente, o por lo menos mi entorno y lo que desgraciadamente caía sobre mi percepción. Lo único que me queda pensar es que a quien le falta un norte es a mi.
Algunas veces siento que hay gente que no es de este mundo por no decir de otro planeta. En algunas cosas no encajamos o por lo menos no terminamos de entender algunas cosas.
Me estoy despejando con algo que encontré de casualidad en un artículo del New York Times… “encontraron los originales de la “Histoire de ma vie” de Giacomo Girolamo Casanova”. Es gracioso pero es así como hoy aprendí a arreglar un lavarropas, ayer llené ese agujerito en mi cultura general que era “casanova”. Lo baje, son dos tomos, pero es muy descriptivo. Con sumo detalle relata muchos aspectos de la vida cotidiana de la Petit Paris contemporánea a la Revolución de 1789. Hermosa lectura de verano.


P.D: el estado es de impotencia, el fin es la superación… hoy me quedo claro que lo que ayer me ahogaba, hoy me deja sacar la nariz. Es verdad que el tiempo cura las heridas, bah en realidad ves un poco más claro con el correr de los días o te duele menos.


1 comentario:

V♥ dijo...

hermosísimo post!!
gracias por sacarme la duda de HINCAR! ja, sos genial

PD: has! no haz! has lo que yo digo y no lo que yo hago, sino un haz de luz mala te puede carcomer... jeje
Love
V.