martes, 28 de febrero de 2012

Bitácora de un Bozz Lightyear,

Parece mentira pero apago el aire y aparecen los mosquitos. Nunca logro terminar un párrafo porque ante el primer paso de la primera idea se amontonan las demás. Me quedo en la primer palabra con un “todo junto” y no logro distribuirlas. Cientos de pensamientos en una sola hoja sin lograr proyectarse en el papel. Todo el tiempo comiéndome las consonantes, quizás por fiaca. Si me pongo a pensar, estoy seguro que hace dos meses no descanso habiéndomelo propuesto y todo. Ahora resulta que el problema no es el alcance de las palabras sino el significado, de raíz a dimensión. Me voy a presentar como se me vaya viniendo a la cabeza, porque después de todo, todo es tan efímero que se me pone la piel de gallina. ¿A qué, después de todo, le daría importancia si mañana se van a olvidar o se van a abrir como dedos de pollo por algún otro espectáculo?
Por la tarde bajaba el sol del otro lado del puente, se hacía más oscuro y cada vez costaba más seguir la lectura. Habían pasado casi dos horas desde que había comenzado otra vez de cero la lectura de aquella historia de naufragios que cada vez que la retomaba llegaban a quienes había estado esperando. Terminarla lejos de ser un regocijo se torno una temporaria decepción. Aunque parezca redundante, la palabra “decepción” aparecería de ahora en mas, bastante seguido en mi vida. No es que sea una sentencia o una profecía determinante pero siempre se hacía notar. Comenzando la ronda de mates no dejaba de pensar. Tantas tareas pendientes, tantos sueños, tantos proyectos sin llegar a poder calificar siquiera de inconclusos por no haberse proyectado fuera de mis pensamientos… en fin… tanta gente disconforme, alguna que otra más resignada que infeliz a la vida diaria y ahí estaba: escuchando problemas, ajenos por cierto, lo que en cierta forma era como un cambio, un quiebre con lo que siempre lidiaba. Tantos días de sol, arena de distintos colores y texturas, aguas turbias, sucias, claras, ventosas, calmas, ondas, profundas me habían lavado por completo, no sé si el alma, pero lo que llevaba dentro seguro. Evidentemente comencé a restarle importancia a muchísimas cosas. Es un poco odioso, egoísta pero no creo que impedir que me perturben cosas exteriores sea un pecado, menos aun dejar de lado los tantos déficits que llevaba en las espaldas. Y si. Allí estaba, escuchando sobre problemas de desagüe, cloacas, cañerías, motores, refrigeración, quemaduras solares… para todo tenía un remedio, un consejo, una palabra, que si en una ocasión distinta, inversa, me la dijeran a mí al rato estaría con una breve pero satisfactoria sonrisa, sin importar el calibre de la situación. Servía para muchos menos para el más importante, por lo menos en mi opinión. Nunca supe si era un sifón de soda, de los de vidrio, esos que usábamos de chicos. Hasta que no tenga soda nuevamente de nada sirve. Allí arrumbado queda por una semana a lo mucho hasta cumplir nuevamente su función. No lograba desprenderme de la idea de cumplir las tantas promesas que había hecho. Las visitas se agolpaban en la nueva agenda, que a su vez estaba cronológicamente apoyada sobre las demás de años anteriores, también llenas de tareas inconclusas. Pero había algo que me liberaba, una sensación de libertad, tal vez debido al viento que corria aquella noche. Aquel mismo viento que me había liberado en coordinación con las ola del rio de las tantas penas que azotaban las costas de mis pensamientos. Gran parte se había ido con la corriente. No solo me había relajado sino que había purgado esas trabas arcaicas que maniobraban mi conciencia. Una conciencia que había sido víctima de una esclavitud invisible, abstracta, sin patrón y sin cadenas. Me había llevado casi obligadamente a decir “no”, a rechazar o a olvidar, a no sentirme competente, habilitado ni a merecer lo que podía tener.
Las situaciones que se habían presentado eran en parte absurdas. No es que haya un gran problema o estemos hablando de un bandido del lejano oeste, simplemente es el papel que nos toco tener en esta nueva etapa. Hay tradicionalismos de los cuales es difícil escapar cando necesitamos culpables y una fama de victimas. Cuando no nos cumplimos las expectativas, cuando nos defraudamos, seguramente lo que se rompió no va a volver a ser igual. Siempre hay una puerta de emergencia por donde filtrar el humo pero el camino del dialogo es difícil cuando hay publico a la expectativa y el cuero de alguno tiene alguna que otra trayectoria y se jacta de superar su reputación. Algunos nos olvidamos del pasado cuando tenemos un pasito de ventaja. El único camino coherente ha sido el de ser objetivo en las explicaciones aunque a la larga algún espectador se termine cansando y cambiando de canal. Lo único que me demostró ese abanico de insultos ha sido el dolor que aun reina, el resentimiento, la rabia, quizás por no bancarse la felicidad ajena, no lograr realizarse en un mundo de ciegos y tantas oportunidades, con tanta competencia.
Entonces empecé a mirar alrededor, lo que me era ajeno, o que comenzaba a soplar sobre mis espaldas. No estaba solo. Había un universo de tentaciones, de oportunidades, de competencia… había todo un gran sistema ajeno que funcionaba por sí mismo. Cientos de mundos dentro de otros mundos. Todo en escala.
Cuando intente construir algo fuera, todo se empezó a desmoronar. No solo lo que construía sino algo que había sido indemne dentro de mí, lo que me mantenía fuerte, lo que me hacia despertarme junto con el amanecer. Se quebró tan fácil como apareció. Todo fue tan creíble como hermoso. Vale como experiencia. Repetida sin duda alguna… pero al final sigo adelante aunque no se para que dirección. Una de las cosas que más me asombro de estas tres personas ha sido la facilidad para olvidar, para tirar todo a la basura, algo que quizá para mí eran cimientos y para ellos quizá nada. Me toco ser quien le diera un empujón, una cachetada y un reto en la vida, quizá sin autoridad moral para hacerlo pero… ahora pienso: si dio resultado ¿para que quejarse?
Lo que me quedo de todo esto casi con los últimos sorbos de mates fue la decisión de no volver a hacer promesas o a esperar que se cumplan, si a creerlas al escucharlas porque suelen ser alentadoras por lo menos hasta los primeros días después de que te las hacen. ¡Nada más! volví al mundo, a la arena, a la noche, a los mosquitos, pues las abejas se habían ido y deje de lado la mirada ausente ante las bocas y miradas que se articulaban ante mí y me hacían gestos casi imposibles de interpretar. Mis oídos no oían. Fue imposible leer labios más aun sin anteojos de ver de lejos y de noche. Entonces reflexione:
La vida es tan hermosa y la complicamos tanto con pavadas que da pena. Si no fuese por nuestras estupideces no se dé donde habrían tantas palabras por escribir.
Este año a muchos les pico el bichito. Me parece raro pero no entiendo que hice para no terminar con esos síntomas. Me escape. Termine cerrando el diario. Todo quedo atrapado en esta cosa, en algún lugar en el disco rígido. Mi sobrehueso en el dedo meñique va desapareciendo de a poco. Los cuadernos de espirales se tomaron “vacances”. Las agendas apiladas cronológicamente por año esperan entrar en acción. Ya fueron carne de cañón pero siguen en carrera.
El plan sigue desarrollándose. Poco a poco es un año nuevo, de propuestas nuevas, pero con problemas viejos, sin olvidarme de materias pendientes. Pequeñas fallas que me impiden aprovechar los mejores vientos. Siempre hay costas cerca, pero suelen estar llenas de piedras.
Aproveche al máximo pero desperdicié algunos días. No siempre el tanque está lleno.
Me sentí extraño al darle una palabra de aliento a alguien que detrás de escena en realidad me odiaba por entrar al primer cuarto de siglo. Además trataba de jugar en paño ajeno aun cuando en el gallinero no podía mezclar las cartas. Era el plomero cuya casa se inundaba en un vaso de agua incluso en esta zona donde hasta el gato hacia pie.
Hace unos días que me atrevo a no darle importancia ni a los menores inconvenientes. Tal vez algunas veces solucionaba con un silencio o una huida, pero siempre a unas cuadras nomas, pues la cadena era larga pero al correr se sentía. Me disfrace con mi personalidad a la que muchos caracterizaron de intolerante o tal vez agresiva. Pero me enfrentaba al mundo. Solo hacia lo que me habían hecho. Trataba de dar el cambio en la misma moneda y en lo posible en billetes.
Cada día que pasa, me doy cuenta que erre por lejos el camino más fácil. No está mal pero va a costar un poco más y no creo que llegue a destino a tiempo.
No sé a dónde voy, pero fue necesario el cambio. Radical, y sin dirección exacta. No se puede esperar más. Cada día podría llegar a costarnos varios metros de profundidad. Esto es un retiro voluntario para intentar otras cosas. Todo en busca del tan misterioso y esperado “don” del que tanto habla Hernán.
Al fin y al cabo me había descripto de “pe” a “pa” durante meses en Word, había hecho una lista de archivos, había mandado un sinfín de mensajes y esperado aunque sea una respuesta que jamás obtuve. Todo fue tan relativo. ¿Las importancias? ¿A quien quería engañar? Termine sobre el suelo, sobre el asfalto caliente del mediodía, me había dado contra la pared, me había roto el dedito del pie con aquella raíz que sobresalía.
Me re cuesta decirlo. Por sobre todo lo que más dolió fue la decepción. Fue la misma que había sentido cerca de una infinidad de veces. Caer siempre en la misma… pero ¿qué? Prefiero caer que resignarme. Así como me dijo Hernán, que cada vez que viene a repasar, más te hace reflexionar que aprender las conjugaciones del indicativo. Sí, hay que arriesgar.
En la escala de valores, por las noches se hacía notar ese dolor, con su infinidad de síntomas que iban desde odio a nauseas, desde decepción a insomnio. Me toco la gran tarea de enseñarle sensibilidad al señor de las siquisientas décadas.
En tercer lugar estaba la rueda.
Con cada persona que había conversado, en sí, expresaba, no sé si lo mismo, pero seguro mucho mas de los que podía reflejar sobre una página.
Como gala, no se… creo que iba a ver la olla que estaba hirviendo, cuando cruce el baño oscuro y, sobre el lavatorio, el celular, que tanto odio con su luz azul. Mi corazón seguro bajo un cambio porque lo ignore. Apague la luz y tome el último sorbo de café con avena. Entonces dije: ¿si mato dos pájaros de un tiro? Puse la alarma y leí el mensaje. No sé porque pero siempre me costó ver lo más importante de cada cosa, de cada situación. Hay personas que nunca se olvidan y tal vez las había dejado de lado, como a esos cds de Viejas Locas, y bue… Bruni siempre me tiene en cuanta. Una grosa. Claro que hay mucha gente delante y detrás de ella. Me debe un dibujo y yo un paseo.

Entonces lo único que me quedo claro fue que todo queda a nuestro criterio.

Si me preguntan que quiero diría un velero.

P.D.: mis opiniones son discutibles, mis decisiones, no.

Hay “yapa”, “desquite”, “sale o sale” o como quieras llamarlo, regalin…

P.D.: (yo también)

Y como si fuera una trilogía, te tiro la tercera…

P.D.: el mundo es redondo… en algún momento vas a volver a tocar el timbre.


4 comentarios:

Lucía dijo...

Un velero, qué hermoso deseo.


Saludos.

Jorge Alejandro Favre Niveyro dijo...

Grax!
;)

Anónimo dijo...

Me encanta la PD 3, sabelo...
T.

Jorge Alejandro Favre Niveyro dijo...

El "sabelo" es otra de sus frases... ;)